martes, 8 de marzo de 2011

LECCIONES DE UNA MUJER

Estas formas de amor son imborrables.


He abierto los ojos, luego de un desconsuelo, y he visto a una mujer a mi lado, que siempre mitiga mis penas con su paciencia, buen animo, sonrisa honesta y ocurrencias graciosas.

Vivo convencido que aquella mujer, de voz, alma y conversaciones fascinantes, merece el cielo.

En una ocasión, en un restaurante, en alguna calle de Jesús María, luego de mis clases en la academia, aquella mujer, que es mi madre, que días antes tuvo la fuerza de no llorar frente a mí, al despedirse por primera vez y por tiempo indefinido, a la que nunca le confesé que la seguí, y puede ver cuando se marchaba en ese taxi amarillo, la tristeza que sentía por alejarse, pero que en su momento fue fuerte, con la intención de no perturbarme y darme tranquilidad.

Aquella tarde, me dio los mejores consejos; mientras traían la comida; que llevare en mí por siempre, producto de la calidez de sus palabras y su fuerza creadora de un profundo amor que nació con ella.

Yo le dije, que tenía mucha motivación por ser profesional, que recordaba cuando de niño me vestía de traje y me enseñaba a hablar en público, siempre con el perfil de un abogado, ahora entiendo que la intención era, ser un abogado humanista. Le conté mis sueños, expectativas, aquellas extrañas sensaciones y hábitos que me generaba el vivir solo.

Ella me miraba con ternura, mientras yo lanzaba infinidad de palabras por minuto, con la impaciencia de alguien que se despide de la adolescencia. Ella, espero a que terminase de hablar para luego recordarme que el amor a Dios y al prójimo es importante, aunque alguien nos haga daño, no le paguemos igual, si es posible decía, hay que demostrarle más respeto, educación y tolerancia. Nadie nos cobrara por sonreír o ser amable, y si hubiese un precio, valdría la pena pagarlo.

También me dijo aquella tarde que la vida es difícil, pero siempre hay bendiciones para el que sufre y valora. Me aconsejaba que no me exponga, que no salga tan tarde y tome como camino, los lugares más transitados, además decía, que siempre hay tiempo para todo, y que si nos sabemos cuidar, Dios nos cuidara.

También me conto los logros de mis hermanos, y me hacia parte de ellos. Ella lograba que mi corazón se emocione y sienta alegría, alejada de toda envidia o sentimiento nefasto que se le parezca, y me decía que la peor tristeza para una madre, es ver discutir a sus hijos, que entre nosotros debemos querernos y compartir siempre, que la confianza disminuya los secretos, que siempre estemos juntos dispuestos a compartir un abrazo y razones para amar.

Así también, me dijo que no me preocupase por dinero, que solo me concentre en estudiar, y en lograr mis sueños. Que mi papá y ella querían la felicidad mía y de mis hermanos, y que se sentían contentos y confiaban en nosotros.

En ese instante recorde que producto de toda una vida intensa, en actividades diversas, ella tenía problemas en la columna, y que era un asunto delicado, su trabajo era en un colegio a 20 minutos de la ciudad de Oxapampa y el camino era de piedras y agujeros, entonces trate de recordar quejas de ella, y no pude, solo me vino a la mente lo siguiente, cuando ella, llegaba a casa, nunca mostraba su dolor, no se ponía del mal humor, o nos culpaba, por el contrario, nos invitaba a escuchar música, temas de Ricardo Montaner entre otros y nos acariciaba, era el mejor reposo luego de almuerzo, que todavía recuerdo y extraño. Mi madre siempre guardo su dolor físico, para no preocuparnos y seguir avanzando, con ello aprendí también a reconocer y practicar, amor incondicional.

Mi madre es mi héroe, así titule algún ensayo en el colegio, una mujer fuerte, con un trato dulce y carácter emprendedor, de cualidades infinitas, con mucha decencia y lealtad.

Ya ha pasado 10 años y doy gracias a Dios por los consejos de aquella tarde, que los llevo en la conciencia de mis actos.

Por eso la amo tanto.

Feliz día internacional de la mujer.

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