Un portarretrato puede conservar fácilmente más de un testimonio.
Incandescente o estable, eso que importa.
Quizá ello suceda por la paradoja nacida en la lámina de vidrio, que siempre nos oculta de los años, pero nos refleja viejos y agotados.
Un portarretrato lleva consigo, sólo un segundo de nuestro existir.
Desconoce un antes y después, pero puede ser su evidencia.
Sólo es posible una actitud simulada, pero no más.
Un portarretrato me recuerda la noche en que reíamos.
No sé lo que te dije o que sucedió en ese momento, pero sé que eras feliz.
Lo cierto es que las flores cumplieron con su encargo aquella noche y ya no están más, como tampoco está la juventud.
Todo se va y todo vuelve. Así de fulminante es la verdad.
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